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| (14/VIII/2013. Nikko, Japón) |
A mediados de agosto se celebra en todo el país el O-bon, festividad que honra a los espíritus de los antepasados. Por ciudades y pueblos tienen lugar festivales en los que puestos de comida y bebida dan cobijo a la música. Alrededor de un escenario central, del que emana una letanía de flautas y tambores enquistada en un bucle infinito, anónimos y espontáneos participantes ejecutan una suerte de "hey macarena" en imperfecta armonía con el bucle musical; la "diversión" termina a las nueve de la noche. Creo, sin duda, haber asistido a funerales más entretenidos.

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